
Cuando Mirepoix se convirtió en obispado en 1317, su iglesia recibió el título de catedral. A partir de entonces, los siglos empezaron a hacer mella en ella: constructores, canteros y vidrieros dieron forma a un monumento de rara elegancia, emblema del estilo gótico meridional. Aquí no hay laberintos de capillas ni bóvedas superpuestas: una sola nave, de 22 metros de ancho, la mayor de Francia, se extiende como una vasija de piedra, símbolo de unidad, fuerza y claridad.
Arriba, el campanario de 60 metros vigila la ciudad medieval. Desde hace siglos, sus campanas marcan la vida de los habitantes de Mirapicie, sonando por encima del mercado cubierto, los soportales y las casas de entramado de madera.
Hoy en día, la catedral de Saint-Maurice es algo más que un testigo del pasado: sigue siendo un lugar vivo, abierto a visitantes, melómanos y soñadores. Catalogada como monumento histórico desde 1907, forma parte de los Pays d’art et d’histoire des Pyrénées Cathares, que trabajan para preservar, restaurar y promover este patrimonio excepcional del sur de la región de Ariège.