El caballo local
Este caballo de tiro y silla destaca por su pequeño tamaño, su robustez y su pelaje negro azabache. Tiene mucho en común con el caballo magdaleniense pintado en las paredes de la cueva de Niaux. Tal vez de origen ibérico, o tal vez descendiente de caballos orientales, lleva más de 13.000 años recorriendo nuestras montañas y pastos de montaña.
Desde la Antigüedad hasta nuestros días, lo encontramos bajo la pluma de Julio César y bajo la silla de montar de los romanos, y después, en la Edad Media, muy probablemente bajo la silla de montar de Carlomagno. El caballo de Mérens está presente en la leyenda cátara: los cátaros concedían al caballo un lugar especial, sobre todo por su creencia en la transmigración de las almas. En la cercana Pamiers, se creía que los caballeros muertos se llevaban sus monturas al Otro Mundo. Y se dice que Esclarmonde de Foix, la princesa cátara, subió al pog de Montségur a lomos de un Mérens. Más tarde, el caballo Mérens, robusto y resistente, se utilizó en los ejércitos de Napoleón. Especialmente utilizado para el trabajo en el campo, la industrialización del siglo XX provocó su práctica extinción.
Caballos de verano y de ocio
A principios de los años setenta, sólo quedaban unos cuarenta Mérens. Pero la raza era resistente y se reactivó la cría. Su pequeño tamaño es especialmente atractivo para los jinetes de ocio. Como poni o caballo pequeño, elegante, sólido, fiable, resistente, de temperamento tranquilo y (generalmente) buen carácter, es el compañero ideal de los jóvenes jinetes.
Hoy en día, la raza Mérens goza de buena salud: se encuentra en todas las disciplinas ecuestres, de la acrobacia al concurso completo, de la conducción al enduro. Pero también está resurgiendo en diversos campos: la explotación forestal, la terapia equina o la producción lechera… y la raza se está extendiendo a Bélgica, Italia, Alemania y los Países Bajos.
Sobre todo, el Mérens se adapta perfectamente a la montaña, y cada verano, a partir de junio, las manadas locales de equinos se dirigen a los pastos de verano, para regresar en otoño. En plena montaña, en estado semisalvaje, nada puede asustar al Mérens: condiciones climáticas, terreno accidentado, ninguna dificultad.