La ocupación humana de los Pirineos cátaros se remonta a hace 90.000 años: el hombre (y la mujer) de Neandertal ya había comprendido que el lugar merecía mucho más que una breve visita. ¿Cómo predecir que más tarde sería recordado por una tragedia religiosa?
En el siglo XIII, el papado lanzó la Cruzada Albigense para combatir la herejía cátara, que se había refugiado en Montségur. El 16 de marzo de 1244, tras diez meses de asedio por parte del ejército cruzado del Papa y del rey de Francia, los defensores de Montségur se rindieron. Al pie de la montaña, 225 de ellos fueron quemados en la hoguera por negarse a retractarse de su fe.
Los nuevos señores franceses, la familia Lévis-Mirepoix, se lanzan a la construcción de nuevas ciudades o bastidas. Se construyen fortalezas con la ayuda o la autoridad real: los castillos de Roquefixade y Montségur defienden la frontera y el territorio codiciado por Aragón. Los castillos de Lagarde y Terride (Mirepoix), construidos en el siglo XIV, se asemejan más a una residencia señorial que a una estructura militar. Por todas partes, fortificaciones como las murallas de Camon y la fortaleza protestante de Castel d’Amont, en las alturas de Bélesta, dan testimonio de tiempos de guerra.